jueves, 5 de marzo de 2009

Pedimento número Uno.

Señor Anticristo: 

Le pido de la manera más atenta deje de jugar a los zapatos rotos. Ha de perdonar usted la no discreción de mi pedimento pero de no saberlo juez inverosímil de mis actos impuros y ladrón incorpóreo de mi fe de quimera, lo haría de manera distinta. Señor Anticristo, señor no redentor, señor hermano mío después de todo, permite a mi alma enfrentarse al mal de los tenis descocidos. ¡Oh, Señor de la noche brumosa! Dejad que mi corazón taimado llegue a la selección perfecta; superar el silencio del espejo, la mirada de mi pared, la ilusión de los vestidos nuevos. 
Señor de la niebla morada, señor del humo encerrado, señor Anticristo, os imploro; dejad de jugar a las chanclas harapientas, dejad que este corazón flagelado encuentre un guía, que le conduzca por los más siniestros e infractores caminos del gozo; un beso en el cinema, una embarrada de helado en la nariz, un abracito candente, un verso de Lorca, un mensajito de celular, un adiós lagrimoso y suicida, un concierto de jazz, un libro con dedicatoria en cursivas. Ande, Señor Anticristo, no se pase usted de hojaldra. 

Maxco, Sañor Anticristo, le deja en paz: 
La emperatriz violeta.