miércoles, 29 de junio de 2011

Betas

Ya nos callamos esas mentiras que estábamos siempre inventando para construir un castillo con hojas de libros no leídos, sobre esas dunas de arena en aquel país al sur, que soñamos juntos y viviste con alguien más; ajena a ti; iconoclasta; ella; la persona; tú tal vez. Nos callamos entonces lo que no nos dijimos antes, para fluir como dos peces nadarían en el mar. Mientras somos lo que por años hemos podido ser, ahora ya desvergonzados. Dos peces beta que se aman y se disputan sin tocarse, en un mismo lugar, en la pecera. Qué nos queda, mujer... estamos hechos de la misma calaña. 

domingo, 12 de junio de 2011

Buenas noches, señor naranja.

La vestimenta sólo nos sirve para cubrir nuestra ignorancia, me repetías. Sin embargo nuestra ignorancia llevaba el nombre de Dr. Martens y los primeros entubados antes de la entrada de los Emos al D.F. Sí, mi ignorancia llevaba el peinado de Aladdine Sane, más una coleta rubia que cubría la mitad de mi espalda, a la Marco Antonio Solis, el Buki. Tu ignorancia mientras tanto se escondida bajo el único tatuaje sobre la única piel, trigueña, que me ha gustado en la vida; el contorno de un círculo negro a la altura del corazón; no hay origen, no hay fin, sólo una vida que se acaba y antes de hacerlo ya está naciendo.

Sábado 10 A.m. Ring rang rong. Me llamas. Estoy en México desde hace dos semanas, te he llamado y no coincido, soy de poca suerte. ¿De qué va? ¿Sales hoy? Te traje chocolates desde Italia. ¡Y cómo negarme, mierda!
Cinco de la tarde, me bajo del tren, te miro al fondo buscando a lo lejos. Te has cortado el cabello que te llegaba a la espalda baja. Has hecho tanto ejercicio que tus brazos se ajustan a la mangas de tu playera; Pink Floyd en fondo negro. Has dejado los antidepresivos; ojeras y mano temblorina. Siento nervios y te abrazo, nos sonrojamos y nos miramos como se han de mirar dos ancianos después de dos años, dos continentes, dos hemisferios, dos usos horarios y una muerte de distancia. Tanto y nada que contar.
Nos vamos hacia el viejo vocho azul. Las puertas apenas embonan cuando se cierran. ¡Run run! ¡Pang pang! Retumba Thunder on the mountain con Wanda Jackson.
Paramos en la condesa, caminamos buscando un sitio para comer. Tenemos hambre pero nadie se decide, no ponemos verdadera atención en el hambre, no dejamos de hacernos preguntas sobre vidas nuevas y vidas pasadas. No puedo más, los pies me duelen de caminar. Comemos hamburguesas, papas en forma de reja y bebemos cerveza. Dices que me veo igual que siempre, pero un poco fresa. Me río pero me indigna tu cara de seriedad, te ríes después de mi silencio, nos reímos juntos. Terminamos la comida y tratamos de llegar al vocho. No puedo más, es evidente que me he vuelto una persona más ignorante, es invierno y uso vestido con holanes en las orillas, hemos salido a caminar y me viene en gana usar estas botas tan altas, tan cansadas. Me siento en la banqueta derrotada. Te miro en cuclillas ante mi cara. Tienes que caminar, María. Aún nos falta el café. ¡Estira la pierna, te saco la bota!
Cuando era niña mi papá solía sacarme los zapatos, despojarme de mis calcetas blancas escolares y hacerme cosquillas en los pies. Aquella noche pude recordar un rato de mi infancia. Caminamos por las calles de la condesa, yo en calcetines colgada de tu brazo izquierdo. Tú llevabas mis botas largas colgadas en un hombro, sujetas de una mano. Te miré como eres; alto, ligeramente ruidoso, nervioso, desordenado en tus ideas, descoordinado en tu castellano, fanático de Derrida, Shakesperiano, siempre ajeno, efímero, naranja. Bebimos café donde siempre. Te regalé mis risas genuinas, el mínimo de miradas precisas. No vaya a ser que creas, que te imagines, que supongas, que me mueves el mundo completo.

Estaba pensando en quedarme en Italia, pero extraño mucho a mi abuela y a mi perro. No sé. Siento una necesidad estúpida de ir al cementerio y dejarle flores a mi madre, flores nuevas sobre las flores de ayer, de antier, flores que no se vean marchitas. Ya sé, es estúpido pero tal vez sea aquí donde necesito vivir mi duelo. Mientras tanto trataré de acostumbrarme a un trabajo para no depender “tanto” de mi papá. Planeo quedarme. Estar con mi abuela sus últimos años y tratar de perdonarme las distancias y sus silencios. Al final, México es el lugar en el que aprendí a expresar mis pensamientos, donde tengo a mis mejores amigos, es el único país en el que sé vivir sin sentirme ajeno.

Dieron las once; me llevaste a casa; agradecí la comida; la lectura de Italo Calvino en Italiano, la traducción. Nos vemos pronto, supongo. No lo creo, contesté. Me resulta complicado. Entonces miré tu cara color naranja fingir una sonrisa bajo dos ojos oscuros de decepción. Buenas noches, señora azul. Buenas noches, señor naranja.  Y cerré mi puerta. 

domingo, 5 de junio de 2011

un peu de lumière

Mais il ne reste jamais rien de ce qui est vécu,
quelques grain oxydés sur de la paraffine,
et des souvenirs idiots mais qui donnent un peu de lumière,
les jours de pluie.