sábado, 18 de julio de 2009

Número de Reynolds.

No hay Número de Reynolds que pueda predecir el flujo de sentimientos, porque me encuentro dentro de una onda de choque que no puedo ni quiero explicarme. Pero lo sé: te amo.


... escrito por un ingeniero aeronáutico; alado, alegórico, y mío.

jueves, 9 de julio de 2009

El descontrol.

La forma cotidiana de hacer las cosas, pienso en la forma, figura, olor y sexo de mi oponente; su cabello largo y de bastos rizos para ser un hombre y en la censura que a su figura le debo dar. El elegido para el vicio de la locura y la pasión nunca será tu mejor amigo. El descontrol, la forma cotidiana de hacer las cosas; la universidad, el trabajo de medio tiempo, conseguir una beca, hacer una maestría, beber café. ESPERAR encontrar el mejor aliado; el mejor de los romances el perfecto de los besos el más exótico de los sexos. Tener siempre en el calendario el descontrol, no de manera presente sino preventiva y correctiva. Siempre está, la forma cotidiana y el peor de sus ascos.
Olvido todo, estoy de malas se amarga mi voz y lloro en silencio (caigo sin lagrimas al no lugar). Me callo todas las palabras importantes todo lo trivial todo lo necesario y lo no importante desaparece también. Se suspende la vida, la forma cotidiana de tragarse el licor amargo de la compañía, la que se cubre de arrumacos y pornografía en casa, no de la que se ve, de la que se vive y trasciende. La mejor de las pornografías, la de mirar la luna y devorarla con mordidas salvajes, la de llevar el pasaporte a la sonrisa inevitable, sensual, barata y única, única en su especie.
Vivo el descontrol de una forma cotidiana, a la que me niego rotundamente con una lectura de Cortázar, Capítulo 3, del mágico Rayuela; en la que el descontrol se llama costumbre. La presencia de un recordado pero desconocido París me hace escupir letras y letras y letras, tal vez por desgracia lo único que he sabido hacer desde la infancia, ya que la forma cotidiana de andar sin buscar pero andar para encontrar puede ser un descontrol, una herida en el pecho que no mata pero que arde de a poco en poco mientras más se intenta dejar de tenerla abierta.

jueves, 2 de julio de 2009

Seis pies adentro.

I
Adentro, mar adentro. 
Tus pies son algo que yo quisiera llevar detrás de mi. Tus manos, algo suave que indudablemente pondría sobre mi cara. Tus labios, un enigma que me daría el lujo de probar cuando tuviera sed, cuando haga frío, cuando suene en la rocola una buena canción; I wish you were here, But not tonight o All night long a volumen medio. Mientras afuera las luces de esta ciudad del norte se encienden a más oscuro que se pone el cielo, el ruido del tiempo nos grita al oído para ser tragado por estas nuestras gargantas silenciosas, que no hablan de amor, ni de verdades cómodas o incómodas, mucho menos de las realidades que bien nos harían saber cómo se llama esto que hacemos cada lunes, cada martes, o cada día de la semana que se nos ocurre besarnos y besarnos, hasta que la noche nos dice que ninguno es nada del otro, aún. 

II
Las estrellas del negro cielo nos acompañan, a ti, a mí y a este sexo que el uno tiene para el otro; siempre desgarrador y sin compromiso; tal vez con el único de saber que tú eres para mí en este momento en cuerpo, pero no en esencia. Sólo necesito hacer un pacto, yo y mi mente con tu cuerpo. Esta noche igual que las de ayer, nuestros corazones quedaron fuera, en tierra firme. 

III
Navego en el mar que es esta oscura noche. Todo es tranquilo y silencioso, la luna está enferma porque se niega a mostrase completa, tres cuartas partes de ella están bajo un manto azul, oscuro y remendado que le calienta los pies, allá arriba debe sentirse un inmenso frío. Acá, donde una terrestre y mortal surca buscando aliento, se siente tibio. No me quemo en el fuego de tu pasión ni me muero congelada frente a la astuta de tus indiferencias. Ya no estás, creo que es todo. 

IV
Regreso, supongo que las bestias del mar duermen también de noche, no traigo nada para cenar. Ha sido muy mala idea salir a buscar de noche, a oscuras, cuando mi vista siempre ha sido pésima y débil, confiada e infantil. Me duermo con hambre. Todo es peor estando vacía, ahora me voy a alimentar lastimosamente con el recuerdo de tu rostro, el color de tu piel, con lo curioso de tu risa, con el negro brilloso de las flores que llevas tatuadas en un pie. Te extraño, eso es todo. 

V
Adentro, mar adentro. 
Afuera, perdido, en tierra firme. 
Adentro, con la luz prendida y entrelazados. 
Afuera, con las luces en off y tengo frío. 
Afuera es adentro y afuera tú, afuera yo. 
Nunca estuvimos cerca.

VI
Afuera, en tierra firme. Afuera, en tierra gris. Afuera en esta jungla de construcciones húmedas y antiguas dejé mi corazón, me importa un bledo si no lo encuentro, no quiero amarte ni tenerte tras mis pies, sólo te quiero ahí, en la concurrida ciudad del norte a las cuatro de la tarde, escondiéndote conmigo para poderte desnudar, callando todo lo bueno, lo malo, lo útil y lo inútil, ocupando nuestras gargantas en tragarnos el ruido del tiempo, mientras sentimos como peces de fuego se meten hasta lo más profundo de nuestro ser, ardiendo en nuestros ojos que se ciegan, en nuestros vientres que palpitan más, y más, y más…