jueves, 9 de julio de 2009

El descontrol.

La forma cotidiana de hacer las cosas, pienso en la forma, figura, olor y sexo de mi oponente; su cabello largo y de bastos rizos para ser un hombre y en la censura que a su figura le debo dar. El elegido para el vicio de la locura y la pasión nunca será tu mejor amigo. El descontrol, la forma cotidiana de hacer las cosas; la universidad, el trabajo de medio tiempo, conseguir una beca, hacer una maestría, beber café. ESPERAR encontrar el mejor aliado; el mejor de los romances el perfecto de los besos el más exótico de los sexos. Tener siempre en el calendario el descontrol, no de manera presente sino preventiva y correctiva. Siempre está, la forma cotidiana y el peor de sus ascos.
Olvido todo, estoy de malas se amarga mi voz y lloro en silencio (caigo sin lagrimas al no lugar). Me callo todas las palabras importantes todo lo trivial todo lo necesario y lo no importante desaparece también. Se suspende la vida, la forma cotidiana de tragarse el licor amargo de la compañía, la que se cubre de arrumacos y pornografía en casa, no de la que se ve, de la que se vive y trasciende. La mejor de las pornografías, la de mirar la luna y devorarla con mordidas salvajes, la de llevar el pasaporte a la sonrisa inevitable, sensual, barata y única, única en su especie.
Vivo el descontrol de una forma cotidiana, a la que me niego rotundamente con una lectura de Cortázar, Capítulo 3, del mágico Rayuela; en la que el descontrol se llama costumbre. La presencia de un recordado pero desconocido París me hace escupir letras y letras y letras, tal vez por desgracia lo único que he sabido hacer desde la infancia, ya que la forma cotidiana de andar sin buscar pero andar para encontrar puede ser un descontrol, una herida en el pecho que no mata pero que arde de a poco en poco mientras más se intenta dejar de tenerla abierta.

1 comentario:

Liliana dijo...

a veces el descontrol me da miedo, pero a veces es lo NECESARIO y llega en la dosis exacta :) como ese jueves de escuela jaja